Fiebre
La fiebre es una respuesta natural del cuerpo y un síntoma de que el paciente tiene un sistema inmunitario eficiente. El organismo tiene un sistema de defensa que se encarga de elevar la temperatura cuando quiere combatir una infección u otra patología. Lo más habitual es que esta situación cese a los pocos días, en el momento en el que se empieza a curar el foco del problema.
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La temperatura corporal es diferente en cada persona, por lo que esta variante puede afectar a la hora de determinar un estado febril. Lo común es que se considere que un paciente tiene fiebre cuando se alcanzan o superan los 38º de temperatura.
Además, esta condición tiene efectos secundarios muy particulares que suelen manifestarse en todas las personas en mayor o menor medida. Se trata de sudoración por encima de lo habitual, escalofríos, pérdida del apetito, dolores musculares, sensación de fatiga y deshidratación. Para mejorar todos estos síntomas, lo más adecuado es tomar medicamentos para la fiebre y combinarlos con los que pueden combatir la enfermedad que la origina.
¿Qué hacen los medicamentos para la fiebre?
Los medicamentos para la fiebre también son conocidos como antitérmicos y lo que hacen es normalizar la función del hipotálamo en el control de la temperatura, de forma que se pueda volver a la que el cuerpo presenta cuando está saludable.
Se trata de medicamentos de venta libre que conviene tener siempre en el botiquín, pues pueden ser de gran ayuda en episodios repentinos de fiebre o cuando aparece algún problema común como la gripe, que habitualmente hace que el cuerpo obtenga esta respuesta.
Es importante controlar la fiebre con estos fármacos, pues el organismo puede presentar fallos graves producidos por pasar demasiado tiempo con temperaturas muy elevadas. Cuando se tienen síntomas como la sensibilidad a la luz o los vómitos constantes, es imprescindible acudir a un médico para que baje la fiebre rápidamente.